Desde la secundaria, Jillian supo que quería ser abogada.
Trabajaba como voluntaria para ayudar a alimentar a los indigentes y comenzó a hablar con una niña pequeña. La niña no tenía más de 5 años, pero se estaba mudando constantemente de casa en casa y nunca había tenido un hogar estable.
Eso fue lo que le dio a Jillian la idea de convertirse en abogada de derecho familiar. Quería ayudar a las personas a escapar de situaciones tóxicas como la que esa pequeña vivía y ayudar a las familias a avanzar hacia una vida mejor.